El “por qué” de este Museo
Los motivos de su creación son el deseo de educar al público sobre la importancia de la economía en la sociedad, así como preservar y difundir la historia económica mundial.
Su función socio-cultural es proporcionar un espacio físico y virtual para que las personas puedan aprender sobre conceptos económicos, entender el impacto de las decisiones económicas en sus vidas y apreciar la evolución de la economía a lo largo del tiempo.
Las actividades a realizar incluyen exhibiciones presenciales y online que expliquen conceptos económicos, colecciones de objetos históricos relacionados con el comercio y la economía, conferencias y charlas de expertos sobre temas económicos históricos y actuales, así como eventos educativos para niños, adolescentes y adultos.
Este museo fomenta la educación financiera a través de una comprensión más amplia y profunda de cómo funciona la economía y su influencia en el mundo en que vivimos.
CARTA DEL FUNDADOR
Hace años visualizábamos crear este Museo y hoy es una realidad.
En nuestro día a día profesional somos consultores financieros, ayudamos a diario a las familias y empresas a que se planifiquen mejor económicamente, con los mejores productos de ahorro e inversión del mercado. Es por ello, que estamos obligados profesionalmente a conocer la Historia de la Economía para conocer los errores y los aciertos del pasado y darle a nuestros clientes, en base a esas enseñanzas pasadas, el mejor servicio y asesoramiento posible.
Ahorrar para tus hijos en la época egipcia o en el siglo XXI, ahorrar para comprar tu carruaje de caballos medieval o tu coche eléctrico actual, guardar un dinero para tu retiro en la antigua Atenas o en la contemporánea Mallorca, han sido objetivos DE SIEMPRE. Así que honremos a nuestros antepasados, no tropezando dos veces con las mismas piedras. Sus enseñanzas están ahí, en los objetos que vais a ver y conocer y en sus historias internas. Aprendamos historia, para mejorar nuestro futuro. Gracias por acompañarnos en este fantástico viaje.Luis Ignacio Fernández Irigoyen – Abril 2024
Orígenes de la Economía
La economía tiene sus raíces en la antigüedad, cuando las sociedades comenzaron a organizarse y a gestionar sus recursos. El término «economía» proviene del griego «oikonomia», que significa «administración del hogar». En sus inicios, la economía se centraba en la producción y distribución de bienes básicos para la supervivencia. Con el tiempo, a medida que las civilizaciones crecieron y se volvieron más complejas, también lo hicieron sus sistemas económicos. Así que, en resumen, la economía ha evolucionado desde simples intercambios de bienes hasta convertirse en una disciplina compleja que estudia cómo las personas y sociedades utilizan sus recursos limitados. Acabamos de decir que nuestros recursos son “limitados”, no son “infinitos”, de ahí la importancia de saber
gestionarlos y optimizarlos.
El Trueque: Primer sistema de intercambio económico
Es uno de los sistemas más antiguos de intercambio y tiene una historia fascinante en la economía mundial. El trueque se originó en sociedades primitivas, donde las personas intercambiaban bienes y servicios directamente sin necesidad de dinero. Por ejemplo, un agricultor podría intercambiar una parte de su cosecha con un artesano a cambio de herramientas. Este sistema funcionaba bien en comunidades pequeñas, donde todos conocían sus necesidades y los bienes que ofrecían. Sin embargo, el trueque tenía sus limitaciones. Una de las principales dificultades era la «doble coincidencia de necesidades»: para que el intercambio funcionara, ambas partes debían querer lo que la otra ofrecía. Esto hacía que las transacciones fueran complicadas, especialmente a medida que las comunidades crecían y se diversificaban.
Con el tiempo, surgieron formas más sofisticadas de intercambio. Las sociedades comenzaron a utilizar objetos como conchas, sal o metales preciosos como medio de intercambio, lo que facilitó las transacciones y eliminó algunas de las limitaciones del trueque. Y este desarrollo fue precisamente lo que dio paso a la creación del dinero. A lo largo de la historia, incluso cuando se estableció el uso del dinero, el trueque nunca desapareció por completo. Durante épocas de crisis económicas o en comunidades aisladas, el trueque resurgió como una forma efectiva de comercio. En tiempos modernos, hemos visto un resurgimiento del trueque en algunas áreas gracias a plataformas digitales que permiten a las personas intercambiar bienes y servicios sin necesidad de dinero. El trueque ha sido fundamental en la evolución del comercio y la economía. Aunque ha sido reemplazado en gran medida por sistemas monetarios más complejos, sigue siendo una práctica relevante en ciertos contextos hoy en día.

Historia del edificio donde se sitúa nuestro Museo
El edificio ubicado en la Plaza del Pilar número 16 de Zaragoza tiene una rica historia que se entrelaza con el desarrollo urbanístico y arquitectónico de la ciudad en la época posterior a la Guerra Civil Española. Este edificio forma parte de un conjunto arquitectónico que se originó a partir de un proyecto urbanístico más amplio conocido como la «Avenida de Nuestra Señora del Pilar», redactado en junio de 1937 por el arquitecto Regino Borobio.
El proyecto de Borobio transformó las plazas de la Seo y del Pilar en un espacio unitario, caracterizado por su monumentalismo y la sobriedad típica de la arquitectura de la época. Para garantizar la coherencia estética y funcional del conjunto, se establecieron rígidas normas arquitectónicas que todas las nuevas edificaciones debían seguir. En este contexto, los hermanos Francisco y Eusebio Nicolás Pujoles, propietarios de un solar espacioso en la Plaza del Pilar, encomendaron al arquitecto Juan Descartín la tarea de diseñar un edificio que se ajustara a estas nuevas directrices urbanísticas. Descartín presentó el proyecto en noviembre de 1945, y el edificio fue concebido para albergar tanto viviendas como locales comerciales. El edificio, que se construyó entre medianerías y ocupa un solar de planta rectangular con fachadas que dan a dos calles, presenta una composición arquitectónica diferente
en cada una de sus caras. La fachada principal, que da a la Plaza del Pilar, sigue los cánones estéticos impuestos por el proyecto de Borobio, con una sobriedad monumental que se manifiesta en la utilización de un pórtico de piedra y un mirador en el ático, que reinterpretan elementos tradicionales de la arquitectura local.
En contraste, la fachada que da a la calle Don Jaime presenta un diseño más simple y racionalista, que responde a los gustos burgueses de la época, con una articulación volumétrica más sencilla y el uso de ladrillo en lugar de piedra. Esta fachada incluye dos miradores volados que le otorgan un carácter distintivo, aunque menos ornamentado que la fachada principal.