Tésera de Hospitalidad (Siglo I D.c)
Los pactos de hospitalidad (hospitium) eran una costumbre muy común entre los pueblos de la Celtiberia. Al principio servían para garantizar la hospitalidad de una persona hacia otra, para darle de comer o dormir en su casa. Eran pactos sagrados e inviolables. En sus inicios eran pactos sólo verbales con los dioses como únicos garantes (lo que hoy llamaríamos “un pacto de caballeros”), pero con la elaboración de una tésera el pacto quedaba sellado oficialmente como si fuera un contrato ante un Notario actual. La relación se convertía en un compromiso legal, entre un individuo y una ciudad o entre comunidades; y con ello quedaba firme el valor vinculante de la tésera, que incluso podía transmitirse a descendientes o particulares. Esta posible transmisión generó lo que actualmente conocemos como el “endoso de documentos”. Mi tésera la podía “endosar” a otra persona para compensar pagos o cobros que tuviera con otras personas o entidades.


La Tontina (Siglo XVII)
La historia sitúa el origen de este esquema en el banquero italiano Lorenzo de Tonti (de ahí el nombre de Tontina) en el Siglo XVII. Natural de Nápoles, tuvo que pedir asilo político en Francia tras participar en una revuelta contra el dominio español. A principios de la década de los 50 de aquel siglo, propuso un particular sistema al gobierno del cardenal Mazarino (la Francia de Luis XIV, tras la guerra de los 30 años, necesitaba desesperadamente dinero) para obtener fondos.
El esquema es simple: los inversores crean un fondo común aportando el capital inicial y reciben intereses el resto de su vida. Cada vez que uno de los partícipes muera, el interés que recibe el resto se incrementa, y cuando el último muere, en el esquema de Tonti, el capital restante del fondo vuelve a las arcas públicas.
Otro modelo exitoso de Tontina fue el que consistía en que un grupo de personas se unía para aportar una cantidad de dinero de manera mensual, y en cada mes uno de los participantes recibe el total acumulado gracias a un sorteo.
La idea es que cada miembro del grupo tiene la oportunidad de recibir una suma considerable de dinero en un momento determinado, lo cual puede ser útil para realizar compras importantes, pagar deudas o invertir en algún proyecto. Por ejemplo, si hay 10 personas en la Tontina y cada una aporta 100 euros al mes, cada mes uno de los participantes recibe 1.000 euros. Este sistema fomenta la confianza y la colaboración entre los miembros del grupo.
Sin embargo, es importante tener cuidado con este tipo de acuerdos, ya que pueden haber riesgos involucrados, especialmente si no hay transparencia o si no se conoce bien a los participantes. Además, en algunos lugares pueden ser considerados ilegales si no están regulados.
A medio camino entre la pensión y las acciones
En el siglo XVIII las tontinas fueron organizadas por diferentes estados y otros organismos de forma regular, y comenzó también a popularizarse entre personas que organizaban sus propias tontinas privadas. En cierta manera, era una forma de seguro de vida o pensión rudimentaria, puesto que garantizaba un ingreso constante hasta el día de la muerte. En Europa asociamos la Tontina con los conceptos de Renta Temporal o Renta Vitalicia al jubilarnos y contratarla con una prima única y complementar así mensualmente nuestra Pensión pública.
El origen de la bolsa de Nueva York
Las tontinas financiaban todo tipo de iniciativas privadas y públicas, desde calles hasta hoteles. En origen ayudaron sobre todo a las guerras.
Respecto a otros objetivos, una de las más conocidas fue la tontina para construir la denominada Tontine Coffe House en Nueva York, lanzada en 1790 y suscrita por completo en 1792.
Precisamente allí, en la esquina entre Wall Street y Water Street, es donde se establecieron los primeros traders de Nueva York. En ese mismo 1792, 24 operadores firmaron el histórico acuerdo de Buttonwood, sentando las bases de lo que hoy es la Bolsa de Nueva York, y la Tontine Coffe House fue el lugar elegido para operar, aunque no muchos años después, en 1817, la casa de la tontina se quedó pequeña, lo que obligó al incipiente mercado a buscar un nuevo hogar.

